Mientras la mayoría de nosotros hemos visto o veremos crecer sanos a nuestros hijos, celebrando cada etapa que superan (ya toma el pecho, ya bebe el biberón, ahora come solo, ahora empieza a hablar, ya anda, ya corre, ya va al baño, ya juega, ya va al colegio, ya tiene amigos…) otros se dejarán jirones de tiempo, de descanso, de dinero, de ocio o de trabajo por conseguir celebrar pequeñísimas conquistas vitales: Fijar la cabeza. Distinguir el entorno. Ser capaz de comunicar una emoción. Dar un paso. Quizás hablar. Necesariamente, entonces, los anhelos de uno pasan a un segundo plano.
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