Cuando conocí a Artak tuve ocasión de mostrarle mi sorpresa al no haber encontrado nunca personas con alguna discapacidad por las calles de Ereván, la capital de Armenia. Él no parecía sorprendido con mi pregunta: “La razón de por qué no ves discapacitados físicos en Armenia es porque vivimos en un país postsoviético en cuya mentalidad no puede haber discapacidades, por lo que todo está hecho para ocultarlas: no hay rampas, el transporte no está adaptado, los edificios tampoco… nada”. Artak también me contó que en época soviética era una deshonra tener un hijo discapacitado y que por eso existen orfanatos para niños que han sido abandonados por ese motivo. Esta foto es del día en que nos conocimos, cuando esperaba el autobús de regreso a su casa, lejos del centro. Como puede observarse, los pasajeros tienen que esperar en el asfalto ya que los conductores ni siquiera se acercan a la acera. Y, claro, tampoco tienen rampa para discapacitados. Cada gesto cotidiano es para él no solo una lucha constante sino también una reivindicación. Artak sonríe a menudo, como en el momento de tomar esta foto. Quizás a ello contribuya que tiene una meta y no va a renunciar a ella: “mi objetivo es mostrar la discapacidad. Necesitamos visibilizar que somos muchas personas afectadas y que existimos”. Efectivamente, Artak es la evidencia de esa representación, pues son muchos los ciudadanos que lo conocen en la ciudad y lo ven como un ejemplo para conseguir un país mejor.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *